Eliminar brechas, es la tarea

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Por Marta Gaitan.

Próximas a vivir una nueva manifestación inaugurada por el colectivo NIUNAMENOS, marcha que nace como reacción y  en defensa al derecho de la vida de las mujeres pero que contiene un cúmulo de reclamos que van desde las enormes brechas económicas, laborales a las discriminaciones de todo tipo. Hoy hablaremos de un aspecto que no es tenido en cuenta pero que incide en nuestras vidas cotideanas.

El  pasado 4 y 5 de mayo la UNC y la FFHH de Córdoba organizaron jornadas con la temática: “Mujeres y Ciudad. In-justicias territoriales” donde especialistas de nuestra américa expusieron las principales características de lo urbano y los territorios que habitamos, se coincide en que todas son hostiles al proyecto de vida de las mujeres. El diseño, las disposiciones y elementos que contiene el diseño arquitectónico reproduce el patriarcado sin considerar la feminización de la seguridad. Paradógicamente las calles son el escenario que elegimos para poner en agenda nuestro temas, las tomamos en las marchas pero en nuestros barrios y sugurbios se vuelven la trampa más común tanto como el domicilio de las mujeres.

Una nota de Mariana Carabajal en página 12, nos cuenta que la UBA ha caído en la cuenta de esta causa de discriminación y la facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, con su reciente Unidad de Género considera: “Incorporar la mirada de género al pensamiento proyectual es pensar en un diseño inclusivo, flexible, que no persigue la forma neutral y universal. La articulación entre el campo del diseño y los estudios de género resulta un interesante dispositivo para reflexionar sobre la violencia simbólica, la construcción de estereotipos y la reproducción de discursos hegemónicos. Uno de nuestros objetivos es indagar en las prácticas que producen y reproducen la lógica heteronormativa en el campo del diseño. Por ejemplo, en relación a la vivienda, desde principios de siglo XX existen proyectos de viviendas que escapan al diseño heteronormativo. Son espacios flexibles que permiten pensar el habitar como un proceso de construcción y deconstrucción. Usos compartidos, borramiento de los límites del espacio privado y el público, etc. Habitualmente pensamos el espacio interior, doméstico, como el espacio privado, y las mujeres sabemos cuánto nos cuesta aún “el cuarto propio” que ya pedía Virginia Woolf hace 100 años. Muchas veces el espacio privado es en un bar en el centro de la ciudad, lejos de las tareas de cuidado asignadas socialmente en el hogar.

Semáforos, iluminaciones de las calles, baños públicos, por nombrar algunos ejemplos son parte de esas violencias simbólicas e invisibles que nos nos contemplan. Como cooperativistas deseamos dejarles estas cuestiones para que lo piense, se organice y luche por los derechos individuales y colectivos, para lograr vivir en el mundo que queremos.

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